Práctica o actividad colectiva que los miembros de una comunidad llevan a cabo. La finalidad de esta actividad es regular conflictos entre grupos y su resultado es la adopción de decisiones que obligan -por la fuerza, si es preciso- a los miembros de la comunidad.
Se confía a la política la regulación de la tensión social, porque no parecen suficientemente eficaces otras posibilidades de tratarla, como podrían ser la fidelidad familiar, la cooperación amistosa o la transacción mercantil. Estos mecanismos de regulación social -ya sea para mantener el status quo, ya sea para lograr un cierto cambio en la distribución de posiciones y recursos- se basan, respectivamente, en los vínculos de sangre, la ayuda mutua o el intercambio económico. Cuando estos mecanismos no funcionan de manera satisfactoria para alguno de los autores empieza el ámbito de la política; por lo tanto, lo que la caracteriza es el intento de resolver las diferencias mediante una decisión que obligará a todos los miembros de la comunidad. Es este carácter vinculante o forzoso (que puede incluir la fuerza) de la decisión adoptada lo que distingue a la política de otros acuerdos.
Esta decisión se ajusta a un conjunto de reglas o pautas. La combinación entre reglas y decisiones obligatorias aproxima la práctica política a determinadas formas de juego o de competición. Se intentará llegar a una solución de manera satisfactoria para todos los implicados en la competición.
La política puede contemplarse, pues, como un seguro colectivo que las comunidades asumen contra la amenaza -más o menos probable- de un derrumbe del edificio social.
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